"Una cosa es el respeto que se debe a todas las personas independientemente de su orientación sexual, y otra los derechos de la auténtica familia, base del bien común de la sociedad. ”Cómo no entender que se trata de la familia formada por un hombre y una mujer, arraigada firmemente en el matrimonio y comprometida en la educación de los niños la que crea el ‘capital social’ de las actitudes, la cultura y las virtudes sobre las que se basa el vivir juntos? ”Cómo no entender que si ésta falta se hace añicos el vínculo social? ".
Estas fueron palabras de monseñor Livio Melina, presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para los estudios sobre el matrimonio y la familia, en una entrevista concedida a "Tempi".
"Habría que meditar - sugiere - las palabras del Papa Ratzinger en uno de sus últimos discursos: el del 22 de diciembre de 2012 con motivo de las felicitaciones navideñas a la curia romana. En aquel discurso dijo que, las mutaciones y deformaciones que amenazan a la familia, con el pretexto de los llamados presuntos «nuevos derechos», con la redefinición del matrimonio, con la derogación de la paternidad y la maternidad, está en juego nada menos que la identidad humana: sin las relaciones constitutivas que nos dan la identidad - hijo, padre, madre, esposo y esposa, hermano y hermana - el hombre es sólo un individuo frágil y manipulable por el poder. Pero la pregunta también es radicalmente teológica: es decir, está en juego el lenguaje original de la humanidad, del cual se sirvió Dios en la Revelación para hablarnos. ”Qué palabras podríamos utilizar para hablar de Dios sin el léxico de estas relaciones familiares? "
