Son muchos, subraya la autora, los desafíos que la Iglesia ha de afrontar hoy en día. El primero entre todos es la progresiva banalización de la sexualidad, la debilidad y la fragilidad emotiva, la revolución biotecnológica en el ámbito de la procreación humana que “ha dado como resultado la manipulación del acto generativo independizándolo de la relación sexual entre el hombre y la mujer". Se asiste, dice, a una devaluación del cuerpo y de su valor, privado de su dimensión transcendente y expuesto a todo tipo de manipulación técnica.

La respuesta que la comunidad cristiana pueda dar a todo esto es ante todo un criterio pastoral renovado que sea capaz de llegar al hombre concreto y a sus deseos más profundos, una formación afectiva-sexual en las diversas etapas de la vida y en los diferentes lugares educativos, y sobre todo una creciente atención para acoger y acompañar a cada uno, para que, cada persona, en la pluralidad de las situaciones concretas, pueda sentirse plenamente amada por Dios y por la Iglesia.