Los Obispos eslovacos han publicado una Carta pastoral, en gran parte dedicada a la promoción de los valores de la vida y de la familia.

«Lo más valioso que Dios ha dado a este mundo y al hombre es la vida –leemos ya desde las primeras líneas −. Dios ha preparado las condiciones y determinado las leyes que defienden la vida. Cuando las respetamos, la vida se desarrolla y florece. Pero, cuando alguno actúa en contra de estas leyes divinas, la cultura de la muerte da nuevos brotes».
 

Y también: «Dios le ha dado al hombre la familia. Dios desea que cada ser humano entre en este mundo en una comunión familiar afectuosa y ordenada. Si no sucede, se debe a trágicas circunstancias o a fallos humanos. Cada persona experimenta la felicidad en el seno de la familia. Cada fase de la felicidad humana está custodiada por una familia bien estructurada».
 

«La familia es una institución fundada por Dios. Por eso el hombre no puede destruirla completamente». Sin embargo, «la puede desfigurar – y esto ya sucede en el mundo actual −». Quien actúa contra la vida y la familia es un agente de una «cultura de muerte», que cambia el significado de términos como “derecho” y “tutela de los niños”, por la promoción de «una nueva ideología de género» y pretende «convencernos de que nadie existe de forma natural como hombre o como mujer, privando así al hombre de su identidad de hombre, a la mujer de su identidad de mujer, a la familia de su identidad de familia, para que el hombre no pueda ya sentirse hombre, la mujer no pueda ya sentirse mujer y el matrimonio no sea ya la comunión exclusiva entre un hombre y una mujer». «De este modo – escriben los Obispos de Eslovaquia − ellos introducen una especie de puesta en escena sodomítica que contradice la voluntad de Dios y reclama el castigo divino».
 

Se lee también en la Carta pastoral de la Conferencia Episcopal eslovaca. «Por motivos inconcebibles los representantes de diversos Países adoptan una actitud degradante y servil ante los actores de la cultura de la muerte y aprueban leyes que contradicen incluso el sentido común. Estos representantes han perdido su propia auto estima moral y no sólo hacen perder la dignidad a las propias naciones, sino que la exponen a la destrucción».
 

Para concluir, escriben los prelados al pueblo de Dios: «En este tiempo de Adviento y Navidad, Dios nos muestra mucho más claramente qué significa para Él la familia. Cuando mandó a Su Hijo a este mundo, no le aseguró ni un palacio lujoso ni comidas fastuosas, pero le aseguró una familia estructurada en la que nacer. Así como la Sagrada Familia de Nazaret ha protegido al niño recién nacido huyendo a Egipto, también nosotros debemos tutelar a cualquier precio el sano desarrollo de todos los niños y protegerlos de la peligrosa “ideología de género”».