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Una mirada a Japón   versione testuale
El sacerdote misionero Scattolon cuenta la realidad del matrimonio en el País del Sol Levante donde el cristianismo ha implantado el concepto de “persona”


Aunque diferentes en idiomas, geografía y tradiciones, no estamos tan distantes del Oriente, al menos en lo que se refiere a los modelos y a los problemas familiares. En la tradición japonesa, por ejemplo, el matrimonio es aún hoy, en un 60 o 70 por ciento de los casos, un contrato entre familias pactado entre los parientes. “Sin embargo, las meticulosas ceremonias familiares y el respeto por la tradición son el reconocimiento de un orden que proviene de lo alto, es decir, de algo que supera y viene antes que el hombre: por lo tanto, se puede ver el reflejo de una auténtica religiosidad natural” explica el padre Alfredo Scattolon, misionero del Pontificio Instituto de las Misiones Extranjeras, en Japón desde hace unos 30 años.
 
Las misiones y las Iglesias cristianas introducen en Japón una novedad”, continúa el padre Alfredo: “El impacto con la verdad y la vida cristiana representa para los japoneses sensibles un empeño personal. Además de los problemas morales que plantea el cristianismo, el hecho de tener que ‘aprender’ una doctrina religiosa, algo a lo cual no están acostumbrados, es una de las razones que pueden explicar las muchas dificultades que encuentran para convertirse a Cristo, aunque lo conocen y lo admiran. ¡El Evangelio es uno de los libros más vendidos!”
 
Por lo que se refiere a la familia japonesa tradicional, al menos como la conocemos nosotros, “nunca ha existido en Japón: actualmente la concepción de la familia es monogámica; es aceptado el divorcio pero nunca ostentado, más bien se oculta. Se casan y quieren hijos, pero el padre es tradicionalmente el que ‘manda’. Los hijos están a cargo de la madre hasta que pueden ir a la escuela y es con ella que establecen relaciones afectivas muy estrechas”
 
Por último, en Japón es “muy común el intercambio de hijos entre los parientes. Por tradición, el japonés no es individualista como el italiano, más bien se mueve en grupo. Primero en la familia, luego en la escuela, después en la empresa para la cual trabaja, o incluso el Estado, en los tiempos de la dictadura militar. El reconocimiento de los derechos del individuo como persona es una contribución del cristianismo”.
 
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