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La riqueza recíproca de la familia   versione testuale
En Nocera Umbra se realizó la XVI Semana nacional de estudios sobre la espiritualidad conyugal. Monseñor Benzi: “En la unión hay espacio para toda libertad del individuo”


“No es bueno que el hombre esté solo” porque él “debe descubrir que la identidad se consuma en la relación”. Así lo afirmó monseñor Guido Benzi, director de la Oficina catequética nacional de la Conferencia episcopal italiana, al abrir los trabajos de la XVI Semana nacional de estudios sobre la espiritualidad conyugal y familiar, clausurada el 26 de abril en Nocera Umbra (Perugia) y que tuvo como tema “..varón y hembra los creo (Gen 1,27): Las raíces esponsales de la persona humana”. En la Biblia, la dimensión antropológica –dijo monseñor Benzi- “se funde con la teológica: Dios, el hombre, la mujer y la Creación son vistos en interrelación”. Adán está en el centro de la Creación, pero en el ápice está Eva, creada con materia viviente tomada de Adán”. La narración de la Creación está marcada por tres preceptos: “No coman de ninguno de los árboles del jardín”, “no es bueno que el hombre esté solo”, “el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y pasan a ser una sola carne”. El hombre –explicó monseñor Benzi- “se distingue del resto de la Creación, sin embargo -a pesar de ser biológicamente distinto al mundo vegetal y animal- se reconoce igual a lo Creado pues descubre que hay algo que lo acomuna a las otras realidades vivientes, es decir, la pertenencia a la tierra. En fin, el hombre es diferente al padre y a la madre, y diferenciándose de ellos, está llamado a construir su propio acontecer humano y existencial”. De este modo, la “unidad de la carne” es colocada en el “proyecto y en la acción misma de Dios. La creación está completamente orientada hacia la unión de las dos individualidades que se han reconocido distintas y tienen una fisiología distinta, pero que de ahora en adelante tendrán que interactuar, convirtiéndose en una sola carne, sin obstinarse en ser ellos mismos pues no pueden ser poseedores de la totalidad”. En síntesis –concluyó monseñor Benzi- “Dios dona a la familia humana, constituida como una dimensión primordial antes del pecado original, la posibilidad de reconocerse en el otro por sí misma. El hombre se reconoce así mismo, separándose, y reencontrando al otro se une y se reconoce como unidad (una sola carne): se instaura –finalizó- una relación de totalidad porque en la separación y en el deseo de unión hay espacio para toda libertad del individuo”.

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