"El único motor que hace que se mantenga vivo el compromiso y que no muera, lo único que impide que el matrimonio se convierta en un mero registro en el archivo eclesiástico y civil, es el amor. El amor es considerado como el elemento vivo y vivificador del matrimonio y, por lo tanto, hay que reavivarlo, porque está sujeto, como cualquier ser vivo que no se protege o cultiva, a la decadencia y a la muerte. Debido a ello, el amor es la sustancia cohesiva que une a los dos seres, que armoniza las tendencias, que fusiona tanto los cuerpos como los caracteres, los hace mutuamente armoniosos, los equilibra, hace que se compenetren hasta llegar a superar las distancias, los obstáculos, las antítesis naturales y subjetivas, hasta llegar a formar una sola cosa". He aquí una reflexión, estimulante y profunda, que figura en las catequesis nupciales del Padre Enrico Mauri. Sus reflexiones han sido recientemente recopiladas en el libro "Ascender con el Señor" (223 páginas, 18 €), por la imprenta de la casa editorial Ave. Un libro que invita a los esposos a santificarse a través de un ascetismo del amor. Ascetismo practicado a través del amor y de la ayuda mutua, de la oración en común.
Don Mauri (1883-1967), Siervo de Dios desde 2001, publicó por primera vez estos textos después de la Segunda Guerra Mundial mediante el desarrollo de un pensamiento original nacido de una prolongada meditación de la encíclica Casti connubi, promulgada por el Papa Pío XI en 1930. Muchas de sus ideas innovadoras, basadas en la asimilación de la relación del matrimonio con la que existe entre Cristo (el esposo) y la Iglesia (la esposa), lo situaron en una posición muy vanguardista respecto a sus contemporáneos y sus reflexiones todavía hoy iluminan de una forma muy original el sacramento del matrimonio, dando lugar a una profunda reflexión que tiene mucho que decir sobre el sentido del amor cristiano a las parejas y consortes de nuestros tiempos. "El matrimonio - escribe el autor – si se ajusta solamente al orden de la naturaleza, y no tiene como fin el realizarse en el plan del Creador, será siempre "el agua y no el vino" (milagro de las bodas de Caná) y al estar guardado en los viejos odres del pecado, fácilmente se empantanará y, en cualquier caso, dará como resultado un matrimonio plano sin los impulsos y la belleza de la gracia. El matrimonio sacramental vivido en la gracia es un vino que nos enciende de amor sagrado y nos colma de una plena alegría. Nos embriaga intensamente del amor místico de Cristo".
