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El heroísmo escondido de la familia de cara a la enfermedad    versione testuale
Mons. Suauedau comenta la catequesis del Papa


La enfermedad y el sufrimiento forman parte de las pruebas de la vida que se pueden considerar como bastante negativas.
 
Pero, al mismo tiempo, el bien puede surgir de este mal. Jesús nos mostró el camino. Ayer, en la audiencia general, el Santo Padre nos recordó precisamente esto: para Jesús, la curación era más importante que la ley, incluso más importante que la ley sagrada del reposo del sábado. Y Jesús pidió a sus discípulos que hicieran lo mismo. Visitar al enfermo, estar a su lado, compartir el sufrimiento de su enfermedad, hacerle sentir que no está solo sino que tiene un hermano o una hermana a su lado: esta es la tarea de la Iglesia, desde siempre.
Si esta tarea es tan importante para la Iglesia, siguiendo las huellas de Cristo, para la familia aún lo es más. La familia es esta pequeña "iglesia doméstica" donde se puede sentir el amor y la ternura en la vida cotidiana. El Papa Francisco utilizó una expresión muy significativa para definir a la familia: "el hospital" más cercano. Los médicos lo saben muy bien: si la familia cumple su función de "médico del hogar", le quita al médico un peso muy grande. La familia ofrece al miembro enfermo el mejor tratamiento para su sanación, no sólo garantiza un cuidadoso tratamiento ,sino que también le asegura que éste le sea dado con afecto, simpatía, compasión, que son los medios más poderosos para curar al hombre enfermo.
Hay otra palabra del Papa que nos ha llegado mucho: cuando habló de ''heroísmo escondido" de la familia frente a la enfermedad de uno de sus miembros. Lo que es cierto para la madre que duerme sólo dos horas porque su pequeño está mal es también cierto para la hija o hijo, que está al lado, noche y día, puede ser durante años, de la madre o el padre que sufre, por ejemplo, por la enfermedad de Alzheimer. Es en estos casos, velados en el día a día, que realmente se puede decir que "el hombre supera al hombre".
Esto tiene dos implicaciones muy concretas: la primera es que la familia es la primera escuela de solidaridad, de humanidad, y que esta escuela es aún más convincente en tiempos de prueba, de enfermedad, del sufrimiento compartido. Por desgracia, es cierto que la enfermedad, el sufrimiento pueden conducir a la tentación del abandono, del rechazo, a la ruptura de la solidaridad dentro de la familia - y lo hemos visto muy a menudo en el caso del SIDA. Sin embargo, por lo general, la enfermedad, el sufrimiento, las pruebas refuerzan los lazos familiares positivamente, no sólo en la familia, sino también en la sociedad. Una mayor sensibilización por el hermano enfermo ha de llegar a través del ejemplo de la familia al corazón del niño, desde los primeros años de su vida. De lo contrario se corre el riesgo de criar hijos, hijas "anestesiados" al sufrimiento de los demás, como dice el Papa, lo que dará como resultado una sociedad cada vez más individualista, cada vez más dura, donde el sagrado deber de la compasión será "profesionalizado" en los organismos especializados, posiblemente con la ayuda de robots. ”Tal vez eso es lo que promete el famoso "transhumanismo" del hombre "mejorado"?
La segunda implicación, que también ha sido claramente subrayada por el Santo Padre, es que la familia, en el momento de la prueba de la enfermedad, no debe estar sola. Esto, de hecho, es el gran problema que se plantea en la sociedad actual, especialmente en las grandes ciudades, donde la gente tiende a ignorar a los demás, incluso cuando viven en el mismo edificio. En este punto nos encontramos con otra necesidad, la de la solidaridad entre las familias, una solidaridad que los niños tienen que aprender muy pronto gracias al ejemplo dado por los padres. La comunidad cristiana tiene, desde este punto de vista, una gran responsabilidad, hoy en día, si quiere ser fiel a Cristo. En las parroquias hay hermosas experiencias de solidaridad ante la enfermedad o el sufrimiento de un miembro de la comunidad. Esta solidaridad debe hacerse visible en la oración común, y debe manifestarse en lo concreto, como por ejemplo visitándose y ayudándose mutuamente, ayudando a que una hija o un hijo puedan tomar un día o unos días libres, de reposo fuera de casa, y hacerse cargo mientras tanto del abuelo o de la abuela con Alzheimer. Esta solidaridad vivida en lo concreto de las parroquias puede dar una nueva vida, un valioso impulso a la comunidad.
 
Mons. Jacques Suaudeau
Consultor del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios
Responsable de la pastoral sanitaria de la diócesis de Grenoble (Francia)
 
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