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Monseñor Laffitte en Manila   versione testuale
Una breve crónica de todos los encuentros que han tenido como protagonista al Secretario del PCF durante la Conferencia asiática sobre la Familia


El Secretario del Pontificio Consejo para la Familia, Mons. Jean Laffitte ha sido uno de los más importantes promotores de la Conferencia asiática sobre la Familia, que tuvo lugar en Manila, del 13 al 16 de mayo.
 
Espléndida ha sido la ponencia preparada para la apertura de la Conferencia, la mañana del 13 de mayo, centrada en el reto lanzado por la cultura post-moderna a la familia. En su texto, Mons. Laffitte ha logrado develar la naturaleza de este reto, sus efectos y una posible respuesta católica. Se prestó una particular atención a la preparación al matrimonio, durante la cual, según Su Excelencia: “Se debe decir explícitamente a la pareja de novios que la indisolubilidad del matrimonio requiere un real compromiso por parte de ambos para toda la vida. (...) En el coloquio con el sacerdote se puede, con delicadeza, recordar algunos casos donde para respetar la indisolubilidad del matrimonio es necesario sacrificar algo propio. Por ejemplo, cuando uno de los dos cae gravemente enfermo, o también cuando la unión no es naturalmente fértil, o incluso cuando un matrimonio es arruinado por la traición pero salvado por el perdón del otro”,
 
Ha sido igualmente relevante la participación de Mons. Laffitte en el meeting con los oficiales del gobierno y los juristas filipinos. En esa oportunidad, el secretario del PCF ha planteado sus ideas sobre cómo la cultura liberal, llevada a sus más extremas consecuencias, puede perjudicar hasta el mismo orden democrático. “En efecto, una sociedad liberal, en el sentido ideológico de la palabra, excluye toda reflexión sobre las cuestiones éticas personales. En realidad, siempre se coloca por encima de los debates sustanciales, descalificándolos desde el principio. Esta cultura liberal, esta sociedad tolerante, impone un pensamiento único. Y es por ello que se trata de un totalitarismo
 
Ciertamente, ha sido de gran importancia el encuentro entre Mons. Laffitte –acompañado por el Presidente de la Conferencia episcopal filipina, el Arzobispo Sócrates Villegas- y el presidente de la República Filipina, Benigno Aquino III, en el palacio presidencial de Malacañang.
 
Durante este encuentro oficial, caracterizado por una gran cordialidad, el Presidente de la República ha presentado al Secretario del PCF los programas del gobierno orientados a ayudar a las familias filipinas, sobre todo aquellas que viven por debajo del nivel de pobreza. La mayoría de estas ayudas se concretizan a través de subsidios monetarios a las familias pobres para que puedan mantener a sus hijos en la escuela. En la actualidad, hay aproximadamente 20 millones de familias en Filipinas y según el presidente, el gobierno es capaz de apoyar por ahora a unos 4,5 millones de ellas.
 
Nuevamente, el 15 de mayo, monseñor Laffitte ha dedicado su ponencia a la Carta de los derechos de la familia, en la que ha advertido sobre los peligros que hoy en día amenazan la estabilidad de la familia, como por ejemplo, el llamado “matrimonio para todos” considerado por el Secretario del PCF como “el punto central de un verdadero proyecto revolucionario que intenta derrumbar las estructuras fundamentales de la vida social. Respecto a las consideraciones sobre este mismo proyecto en mi país, sólo puedo citar a la señora que para entonces era Ministro de Justicia, quien declaró que el llamado “mariage pour tous” ha sido proyectado como un verdadero cambio de civilización”.
 
En el encuentro conclusivo del 16 de mayo, que tuvo lugar en el Pabellón Cuatricentenario de la Universidad de Santo Tomás, el Secretario del PCF, después de haber exhortado a más de 5 mil personas a ser luz de esperanza para el mundo, ha subrayado la belleza del amor humano y del designio de Dios sobre la familia. Mons. Laffitte también evidenció que jamás un legislador podrá robarle a las familias, la promesa de Jesús que estará siempre con cada una de ellas, viviendo en ellas. De hecho, “cuando los cónyuges y padres reconocen que reciben de Dios su don de amor aceptan con todo el corazón la presencia del Señor en su casas. Una familia cristiana es una familia habitada por Dios. La tradición cristiana siempre ha promulgado a la familia como “iglesia doméstica”. Esto significa el lugar donde Dios será amado y adorado estableciendo una verdadera comunión entre las personas. Un lugar fundado sobre una roca, sobre Cristo mismo
 
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