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El desafío de la buena paternidad
Se ha celebrado el segundo de los "Diálogos para la Familia" promovidos por el Dicasterio



Por segunda vez, con motivo del ciclo "Diálogos para la Familia", promovidos por el Pontificio Consejo para la Familia, la Sala Pío XI se ha calentado con la vivaz participación de especialistas y público, atento y apasionado, en el convenio-seminario sobre el tema: "La madre y el padre en la educación de los hijos. El amor imperfecto", el miércoles 29 de mayo.

«El tema de la familia, amplio como el mundo, con todos los temas que abarca, que conciernen a la humanidad, tiene un interés global y debe ser estudiado bajo diversos aspectos y ante todo en el plano cultural», ha dicho, en la introducción a la Asamblea, el Presidente del Dicasterio, Mons. Vincenzo Paglia. Ha citado al Papa emérito Benedicto XVI, que en la fiesta de San José de 2009 afirmó: «Ser padres significa ante todo ser servidores de la vida y del crecimiento de los hijos». Nos encontramos «en la crisis de un modelo educativo fuerte». Y «el proyecto educativo es fuerte cuando tiene una identidad sólida y vital». En la raíz está el amor. El modelo perfecto, que comprnede y sana la natural y humana imperfección, es la relación que une a Jesús, a María y a José. Como escribió el Papa Ratzinger en "La infancia de Jesús": «El Hijo, Jesús, trae una nueva libertad, pero no la de los que no tienen ningún vínculo, sino la libertad de quien está totalmente unido a la voluntad del Padre». Y «esta síntesis única entre obediencia y libertad es uno de los secretos de la espiritualidad cristiana», ha afirmado Mons. Paglia. Ambos padres comparten la difícil tarea de la educación. Pero, en nuestra sociedad, «el padre está ausente» y «el egoísmo es el jefe», la nuestra es «una cultura que exalta la individualidad y la soledad». Un sano proyecto educativo, en cambio, camina sobre las vías de la obediencia y de la libertad. «El amor perfecto no está sin imperfecciones -ha concluido Mons. Paglia-, sino que vive en el equilibrio entre autoridad-obediencia-libertad, en la comunión familiar fundada en el respeto a la vocación de cada uno».

Para el moderador, Claudio Risè, «las manifestaciones de las imperfecciones en el amor de los padres no se pueden comprneder reduciéndolas a la historia familiar. El malestar de muchas familias de hoy no puede ser separado de la contemplación del ser humano en general. Están en cuestión las características fundamentales del hombre: ”es creatura o creador? ”Libre o manipulado por la técnica?». Y «no es irrelevante el alejamiento del hombre de Dios. La relación con el otro está condicionada a la marginación de la relación del hombre con Dios». De hecho, «la relación con lo divino es síntesis e inspiración de la relación con el otro. El hombre se convierte en un objeto y el misterio es reducido a un problema a resolver. Cuando el problema está resuelto, desaparece. No se admite la impenetrabilidad del misterio. Las relaciones afectivas son débiles, porque se ama al otro como objeto, no en su específica libertad y personalidad».

«El amor perfecto genera armonía y educa a la autonomía auténtica, que no es anarquía y no es dependencia», ha dicho Grazia Attili. «Las formas distorsionadas de la paternidad producen en cambio agresividad y ansia, inseguridad y escasa autoestima, inadaptación». Para una educación armoniosa, «hace falta un padre y una madre, con papeles diversos y complementarios. Hasta los 14 años, edad en que se completa el desarrollo psico-intelectual, los niños necesitan ambas figuras para convertirse en adultos bien adaptados, conscientes de los propios valores y responsabilidades, capaces de resolver los conflictos y encontrar mediaciones, como muestran numerosos estudios científicos». La madre representa el refugio, el consuelo, la seguridad; el padre educa en las relaciones y en la observancia de las reglas, a través del juego. « No son situaciones de "Mulino Bianco", sino la realidad para más de la mitad de las familias que han sido objeto de observación científica». Mucho depende también -advierte la experta- de las condiciones económicas y de la seguridad en el trabajo. «Los niños con madres sensibles y afectuosas y con padres presentes que juegan con ellos tienen resultados escolares y sociales mejores, mejor autoestima y relaciones más estables». En cambio, «madres distantes, que no responden a las necesidades de seguridad de los hijos, incluso obsesivas, agobiantes y controladoras, hiperportectoras, hacen crecer hijos con fuertes dosis de ansiedad e incapaces de controlar las emociones. Así, padres autoritarios y que han renunciado al ejercicio de la paternidad responsable, tienen hijos que tienden a la agresividad e incluso a la violencia y a la anarquía». Según estudios hechos en Estados Unidos, más del 70% de los menores que cometen delitos provienen de contextos monoparentales.
 
A juicio de Giuliano Ferrara, bajo el perfil socio-político, el tema de la paternidad está ligado al de la autoridad. La crisis de la paternidad y la ausencia del padre, en nuestra sociedad, tiene como consecuencia la crisis de la autoridad. «En Francia, en España, pronto en Inglaterra y posiblemente en Alemania, se han aprobado leyes que anulan toda diferencia en nombre de la no-discriminación: se habla de "tutor 1" y "tutor 2", "genitor 1" y "genitor 2". Se afirma el principio de la auto-determinación sobre el de la educación. Se devalúa el papel del padre, como educador en la libre aceptación de las reglas, se devalúa el principio de autoridad. De hecho, la autoridad es la cumbre de la paternidad». Y la paternidad ha sido «una conquista de la civilización», de la cual es «depositaria la Iglesia». «No puede existir una reconstrucción de la figura paterna en el ámbito de una cultura laica, sino sólo en la dimensión de la fe: de quien mira el mundo no sólo al nivel del aire que respira, sino con la mirada puesta más arriba, buscando seguridad y protección, pero también reglas firmes y autoridad legítima».

Costanza Miriano ha aportado su experiencia de madre de cuatro hijos y periodista. Y ha dicho: «Puede haber autoridad paterna sólo en el ámbito de un proyecto educativo claro, con finalidades definidas y que afecta a lo esencial de la vida. Mi marido y yo decimos a nuestros hijos que el fin de la vida es el Paraíso. Puede parecer una cosa sencilla, pero no lo es». La obediencia -afirma Miriano- se funda en la verdad. La autoridad se funda en la verdad y en el amor. «Lo esencial de la educación está en que en cada persona conviven el bien y el mal, y por lo tanto, en cada uno de nosotros hay algo que controlar, algo que desarrollar y algo que proteger». El compromiso educativo de los padres es «un trabajo en equipo». «Lo que cuenta es que exista un horizonte común hacia el que dirigirse, sin caminar a golpes, con vaivenes». Para los Miriano, «la familiaridad con Dios es este horizonte, y el sentido de la vida».

En una bellísima relación teológica y moral, el padre Olivier Bonnewijn ha mostrado cómo «la paternidad está fundada en el amor conyugal. En el libro del Génesis se dice que el hombre abandona la casa del padre y de la madre para unirse a la mujer. Allí está el origen de la filiación. La filiación se basa en la paternidad, que a la vez se basa en la conyugalidad». Este fundamento antropológico-social se ha puesto en crisis con el divorcio: «El niño continuará siendo amado por los padres, pero cada uno por su lado: decae la fuente del amor, que es la pareja. Mamá y papá tienen relaciones separadas con los hijos y estos se convierten en los garantes de la continuidad de las relaciones con los padres». El niño es, de este modo, "adultizado", "paternalizado", no es respetado como niño. «Tiene lugar una inversión de la relación padres-hijos, con efectos en la vida social». En cambio, «la norma moral debería ser que los niños sean tratados como niños y no como adultos. Es una cuestión de justicia: reconocer a los hijos lo que se les debe». Como decía Juan Pablo II: «Los padres deben querer a sus criaturas como las ha querido Dios, por sí mismas». Eh aquí, pues, algunas «reglas morales de buena paternidad», para familias unidas o separadas: «estar disponibles para los hijos, decirles la verdad, ayudar a que crezcan los niños en la libertad de expresar sus deseos, dar a los hijos su puesto justo de niños (de forma que no sean ni invisibles ni invadidos), buscar la concordia educativa».
 
 
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